viernes, 9 de agosto de 2013

El Amor de Dios V.S. Nuestro Amor

1ª Corintios 13 EL AMOR NUNCA DEJA DE SER





Muchos nos han confesado dramáticamente: “Se me acabó el amor ...”, “Las cosas no se dieron como yo pensaba ...”, “Ya no la (lo) quiero” ... Si somos honestos, debemos reconocer que esto le ocurre a la gran mayoría de los matrimonios, tanto cristianos como no cristianos. Sin embargo, los cristianos tenemos una ventaja: tras la muerte del amor romántico, carnal, que se mueve al vaivén de los sentimientos y emociones, emerge el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones, y que ‘nunca de dejar de ser’.

El amor nunca deja de ser

Dios nos ama; nosotros somos sus hijos, y Él, como Padre, es el primer preocupado por el estado de nuestro matrimonio. Él desea socorrernos. Proverbios 13:18 dice: “Pobreza y vergüenza tendrá el que menosprecia el consejo; mas el que guarda la corrección recibirá honra.” Muchos hijos de Dios pasan por pobrezas y vergüenzas tan sólo por no poner oído atento al consejo del Señor.

Cuando hablamos de matrimonio en la iglesia, estamos hablando de la unión de dos personas que tienen a Cristo en su corazón, y que, por tanto, han pasado de muerte a vida. Estos hombres y mujeres tienen al Señor Jesucristo como su Señor y su vida. Entonces, se puede esperar de ellos que, a medida que el tiempo transcurre, mayor habrá sido la siembra para el espíritu que para la carne.

Si el abordar el tema matrimonial, no podemos apelar a la fe y a la experiencia del creyente, entonces nos encontraríamos en el plano de la carne y de la sangre, y deberíamos acudir a un profesional que nos asista con los recursos de la ciencia humana; pero los que somos de Dios, apelamos a sus recursos, ya sea al trono de la gracia (Heb.4:16) o a la vida eterna que llevamos dentro (1ª Timoteo 6:12).

El amor de Dios vs. nuestro amor

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca dejar de ser...” (1ª Cor.13:4-8).

Aquí está descrito el amor ‘ágape’, el amor de Dios, el que nunca deja de ser. ¿Estará este amor muy lejos de nosotros? Romanos 5:5 dice: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” “Derramado” implica abundancia. Este es un hecho divino en el corazón del creyente. ¿Qué se puede esperar de un esposo y una esposa, que son hijos de Dios, redimidos por la sangre preciosa del Cordero, en quienes habita el Espíritu Santo, el cual los conduce y los regula? Convengamos en que nuestro Dios no nos ha dado sólo unos cuantos mandamientos para nuestra conducta, sino que primeramente nos ha capacitado y vivificado por medio de su Santo Espíritu (Gál.4:6; Rom.8:9-11).

Recordemos por un momento aquel amor que se encendió en nosotros cuando nos encontramos con la persona que creímos que llenaba todas nuestras expectativas. ¡Oh, qué precioso es cuando llega el amor! Entonces nada nos importaba; no tuvimos ojos para nada ni nadie más; nos llenamos de sueños ¡hallamos al hombre (o la mujer) ideal! Vinieron cartas, citas, regalos, etc. ... ¡preciosa experiencia!

Ahora bien, aquel amor juvenil, apasionado, ciego, ¿se compara (o se asemeja) con el amor de 1ª Corintios 13? ¿Era sufrido, sin envidia, sin rencor, capaz de sufrirlo y soportarlo todo? Evidentemente, no.

Muchos nos han confesado dramáticamente: “Se me acabó el amor ...” “Las cosas no se dieron como yo pensaba ...” “Ya no la (lo) quiero” ... Si somos honestos, debemos reconocer que esto le ocurre a la gran mayoría de los matrimonios, tanto cristianos como no cristianos. Por tanto, que los mundanos se divorcien resulta comprensible. Difícilmente aceptarán el sufrimiento, rápidamente pensarán en “rehacer sus vidas”. Ellos no tienen al Señor en sus corazones y no tienen contemplado obedecer a Dios en ningún punto; para ellos la ceremonia religiosa no fue más que un trámite, un evento social para el ‘glamour’ ... En cambio, para un esposo o esposa creyente, no está contemplado el abandonar jamás a la mujer de su juventud (Prov.5:18-19). Es una ingenuidad pensar en un matrimonio sin sufrimientos y/o conflictos de distinta especie. El que se casa debe estar prevenido y preparado para soportar y ser soportado en muchas (o muchísimas) cosas.

Un hombre en la carne (Rom.8:6-8; Gál.5:19-21) es absolutamente impotente para soportarlo o sufrirlo todo; sólo buscará su autosatisfacción. Es hedonista en esencia. Pero hablando entre hombres y mujeres que tienen viva y presente en sus corazones la realidad del “amor que nunca deja de ser”, no temeremos, pues cuando el inmaduro amor sentimental juvenil comienza a disminuir hasta morir, se levantará poderoso y firme el “otro amor”, el de 1ª Corintios 13.

Entonces vas a valorar y amar a tu mujer, porque el Señor mismo te dirá: “Marido, ama a tu mujer: El que ama a su mujer a sí mismo se ama.” (Ef.5:25-28). No se puede pretender amar al Señor y ser despreciativo con la esposa. No puedo (o no podemos) amar al Señor, respetarlo, honrarlo, serle fiel, y no serlo con mi esposa (o con mi esposo). ¿Podemos ver que hay una gran solidez cuando llegamos a la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo?

Nosotros con facilidad aplicamos el eterno amor de Dios a la salvación de los pecadores, a nuestra afiliación eterna al ser librados del infierno, y al participar de su gloria en el cielo. ¿Por qué no aplicarlo al matrimonio? ¿O acaso 1ª Corintios 13 no es aplicable a mi matrimonio?

Hermanos, nosotros tenemos tal amor, como ya dijimos, derramado en nuestros corazones. Nosotros proclamamos con gozo en medio de la asamblea de los santos: “La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.” (Sal.73:26). Entonces, digamos también: “La roca de mi matrimonio es Dios para siempre” ... Esto es verdad, porque ya no somos más dos. Hemos venido a ser una sola carne, y lo que es verdad para uno, también lo es para con quien soy uno. ¡Dios, el bendito Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo sostiene y sustenta nuestro matrimonio!









No hay comentarios:

Publicar un comentario